domingo, 8 de mayo de 2011

Y repentinamente me veo corriendo a través de un laberinto hecho de momentos: nuestro primer encuentro, el primer beso, la primera vez... La explosión enloquecida de mi amor por ti. Y en un instante recuerdo todo lo que no he podido decirte, todo lo que hubiera querido que supieras, la belleza de mi amor. Eso es lo que hubiera querido mostrarte. Yo, frente a la grandeza de tu reino, hubiera querido mostrarte el mío. Sobre una bandeja de plata, mostrándote mi regalo, lo que sentía por ti: un amor sin límites. Más allá del mar y en el fondo, allí abajo, más allá del horizonte. Y aún más, más allá del cielo y más allá de las estrellas, y aún más, más allá de la luna y más allá de lo que se esconde. Eso es, éste es el amor que siento por ti. Y más aún. Porque esto es sólo lo que podemos saber. Te quiero por encima de todo aquello que no podemos ver, por encima de lo que no podemos conocer. Ya está, eso es quizá lo que también hubiera querido decirte. Pero no pude. No pude decirte nada que tuvieras ganas de escuchar. ¿Y ahora? ¿A quién puedo mostrarle las maravillas de ese gran imperio que le pertenecían? 
Te miro y ya no estás.

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